Entrenó a la tropa y condujo al Enola Gay, el B-29 que lanzó el arma letal sobre la ciudad japonesa en 1945.
En su hogar de Columbus, Ohio, murió ayer a los 92 años el General Paul Tibbets, el hombre que piloteó el Enola Gay, aquel avión que llevó el 6 de agosto de 1945 la muerte y la destrucción a Hiroshima y puso a la humanidad a las puertas del infierno de las armas nucleares.
Tibbets nunca mostró arrepentimiento por haber conducido el B-29 que alojaba en su vientre la bomba atómica, ésa con nombre de inocencia ("Little Boy") que en el mismo acto de tocar tierra terminó con la vida de 85 mil personas, a las que deben sumarse las decenas de miles que murieron en los años posteriores, como consecuencia directa o por efectos demorados de aquel horror.
Aquel relámpago silencioso y mortal dejó además dos tercios de la ciudad en ruinas. Tres días después un avión similar vomitaba otra bomba en Nagasaki y aceleraba la rendición de Japón y el fin de la guerra. La decisión del presidente estadounidense Harry Truman de probar el arma atómica para evitar la invasión sigue siendo discutida. Pero Tibbets, quien llamó a su nave Enola Gay en honor del nombre de su madre, aseguraba que nunca perdió una noche de sueño por lo que hizo. "Yo no empecé la guerra", dijo una vez, "Sólo hice lo que se me ordenó que hiciera, aquello que juré años atrás, que consistía en "pelear por la defensa de este país".
Paul Warfield Tibbets Jr. nació en Quincy, Illinois, en 1915 y pasó su infancia en Miami. Conoció temprano el arte de volar, cuando fue como acompañante en un avión publicitario que arrojaba dulces para difundir los encantos de las golosinas. Lejano e irónico recuerdo de la infancia...
Su padre lo quiso doctor, pero el vuelo y la disciplina militar fueron más fuertes. En 1942 condujo una docena de B-17 por sobre la Europa ocupada por los nazis, bombardeando la ciudad francesa de Rouen. Siguieron otras operaciones hasta que ya de regreso en EE.UU., fue convocado para testear los nuevos B-29, primeros bombarderos intercontinentales. Fue entonces que le encomendaron la tarea más grande y secreta, para la cual debió reclutar la mejor tropa, los soldados más calificados en tareas militares, pero también los más discretos y obedientes.
Los entrenó en una base aislada en Utah con la información justa y precisa hasta que partieron a ponerle fin a la guerra con un arma diseñada con una capacidad de daño
Entrenó a la tropa y condujo al Enola Gay, el B-29 que lanzó el arma letal sobre la ciudad japonesa en 1945.
hasta entonces desconocida. Luego vino el vuelo sobre Hiroshima a las 8.15, el hongo gigante y la muerte incandescente. Tibbets fue condecorado varias veces y su carrera siguió en su país sin grandes sobresaltos por 20 años más, salvo un detalle. No pudo asumir sin embargo una misión diplomática en India en 1965, porque la prensa lo llamó "el más grande asesino del mundo". En 1976 tuvo el mal gusto de protagonizar un show en Texas, donde piloteó un restaurado B-29 que arrojó una bomba atómica en miniatura. EE.UU. debió disculparse con Japón, razonablemente indignado. Para Tibbets la reacción nipona fue "ridícula".
No le gustó la muestra que en 1995 montó el museo Smithsonian de Washington; decía que le daba demasiada atención al sufrimiento de los japoneses y nada a su brutalidad militar. No quiso funeral ni lápida. Según su familia, temía que fueran utilizados como sitios de protesta por los opositores a las armas nucleares. Tal vez no murió tan tranquilo.
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